Poemas del Barroco



Dafne y Apolo


       “Tras vos, un alquimista va corriendo
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volveis murciélago sin duda,
pues vais del sol y de la luz huyendo.

“Él os quiere gozar a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro pues no ladra esstá muriendo.

“Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas.”

Esto la dije; y en cortezas duras
Se laurel se ingirió contra sus tretas,
Y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.

Francisco de Quevedo


Otro soneto


“¡Ah de la vida!”...¿Nadie me responde?
¿Aquí de los antaños que he vivido!
La fortuna mis tiempos ha mordido;
las horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asisite lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue y un será y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo


Amor constante más allá de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco de Quevedo


ESTA TARDE MI BIEN

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


Sor Juana Inés de la Cruz

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