Yerma - Tema Principal


 
Teatro: Conceptos de análisis
Trim: 02-O 12-Diciembre-2002
González García Getzemaní


En este pequeño ensayo, voy a tratar el tema principal de la obra dramática de Federico García Lorca, titulada: Yerma. Pero no voy a hacer aquí un planteamiento sólo sobre el tema de esta obra, que por supuesto cualquier lector sabe que es el de la esterilidad, sino pienso exponer los medios que utiliza Lorca para llevar a escena y hacer verosímil este problema físico del hombre.
Claro que para hacer un estudio concienzudo de la esterilidad tratada en toda la obra de Yerma, necesitaría más espacio y para no entregar un ensayo tan largo y en el que queden muchos huecos, he decidido limitar el presente ensayo a analizar el principio del tema en cuestión, lo relativo sólo al primer cuadro del acto primero de la obra para ver como va evolucionando la actitud de Yerma con respecto a la esterilidad y el por qué del final un poco inesperado del drama pues, a mi juicio, las claves para ese final se nos van dando al principio de la obra.
Al leer Yerma podemos darnos cuenta que desde el primer cuadro del acto primero se plantea, de inmediato, toda la problemática que va a tratarse más adelante con su respectivo desarrollo y conclusión. Lo que realmente nos sirve para discernir los recursos que va utilizando Lorca a lo largo de su obra para hacer verídico y darle un tono trágico a la misma, son las acotaciones que va proponiendo. Sin embargo, estas acotaciones no complican en nada la labor del director en escena porque, al contrario, son acotaciones que van dando sentido a través de expresiones, movimientos y emociones que debe de representar el actor en turno para hacer verosímil la cuestión de la esterilidad ante su público.
La primera acotación importante que hay, es cuando después de sostener una breve discusión sobre el tema de tener un hijo entre Yerma y su esposo (Juan), ésta le reclama con sutileza el por qué no lo han tenido, Juan le contesta sin darle mucha importancia al tema “[...] Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten”[1], esta actitud en Juan va a ser la predominante durante toda la obra, no obstante, regresando a Yerma después de que termina la discusión con su marido, aparece la primera acotación importante de la que hablaba “(El marido sale y Yerma se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza las manos en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)”[2]. Esta es la primera indicación trascendental que da Lorca a la actriz en turno para que el público vaya entendiendo, al ser representada la obra, los deseos apremiantes de Yerma por tener un hijo; digamos que es una clave importante sobre lo que seguirá más adelante.
La división en cuadros en vez de escenas que propone Lorca, es más acertada para entender el desarrollo del problema que sufren Yerma y Juan porque así se nos van presentando situaciones determinadas que incrementan el trauma psicológico en Yerma. Por eso es que en el primer cuadro del primer acto, Lorca nos despliega toda la situación que va a desarrollarse posteriormente.
Después de la breve discusión con Juan, Yerma se encuentra a María, una vecina suya y ésta le da la noticia de su embarazo, Yerma siente felicidad por su amiga y al mismo tiempo tristeza y rencor por su situación actual y quejándose le dice a María: “Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tienen se les vuelven veneno, como me va a pasar a mí”[3]. Este tipo de comentarios “ácidos” en Yerma son utilizados sólo en sutiles y efímeros momentos en las conversaciones que sostiene con distintos personajes durante el primer acto, como el que acabamos de citar, pero son los que al final de la obra, sirven como punto de referencia para entender el final trágico de la misma.
Regresando a la conversación entre Yerma y María, ésta última le cuenta su poco conocimiento de lo maternal y Yerma asumiendo una actitud de experta le hace comentarios sobre los deberes de una madre y hasta la ayuda a coser un par de trajes para el bebé que va a tener su amiga, al hacer esto se nos presenta una acotación parecida a la antes citada: “Se acerca y Yerma le coge amorosamente el vientre con las manos[4] Con estos movimientos en escena el actor informa corporalmente sin utilizar palabras al público, los deseos vehementes con que Yerma ansía tener un hijo en su cuerpo y por el cual daría hasta su vida “[...] María está llena de miedo ante la idea del dolor de dar a luz a un hijo mientras que Yerma, [...] sólo ve en el nacimiento de un hijo la belleza y la virtud del sacrificio propio”[5]
Después se presenta un lacónico diálogo con otro personaje de la obra (Víctor), el cual va a incrementar sin quererlo la frustración de Yerma por la larga espera de un hijo, pues cuando inician su conversación, Víctor encuentra a Yerma zurciendo un traje para un niño, Víctor la felicita pues cree que Yerma, al fin, dará a luz a un hijo, Yerma le aclara la situación, empero, durante la conversación las acotaciones que propone Lorca, hacen que el actor muestre al público el sufrimiento de Yerma por no ser la madre que Víctor cree que va a ser; Yerma empieza a temblar, después casi se ahoga y, por último, se angustia “Si María acrecienta la angustia deYerma, Víctor la hace más honda, agudizando la conciencia que Yerma posee del vacío de su existencia”[6]; y así se termina el primer cuadro cuando Yerma recita una pequeña canción sobre la impaciencia que la posee pues “Desea un hijo, pero no como una criatura para el cuidado y el afecto, sino habiéndolo sentido crecer día a día en su entraña”[7].
La última acotación importante es la que cierra el primer cuadro del primer acto “Cuando Víctor se marcha, Yerma acude presurosa hacia donde él ha estado, para aspirar toda la vitalidad que Víctor representa”[8]:

(YERMA, que en actitud pensativa se levanta y acude al sitio donde ha estado Víctor y respira fuertemente, como si aspirara aire de montaña, después va al otro lado de la habitación como buscando algo y de allí vuelve a sentarse y coge otra vez la costura. Comienza a coser y queda con los ojos fijos en un punto).

“El final de la escena vuelve a su comienzo y esta estructura circular es como un signo del carácter inevitable del destino de Yerma”[9]. Con estos puros movimientos en escena propuestos por Lorca, podemos darnos cuenta de la desesperación que va desarrollándose en el personaje principal y que por medio de gesticulaciones del actor en turno podemos entenderlo sin ningún problema, claro previamente haber leído o escuchado con atención hasta aquí el transcurso de la obra.
Son estas acotaciones junto con los diálogos que tiene Yerma con los demás personajes que giran en su derredor lo que nos hace entender en la representación teatral, el tema complejo de la esterilidad en esta pareja rural.

1 comentario:

  1. YERMA. (Fuerte.) Marchita sí, ¡ya lo sé! ¡Marchita! No es preciso que me lo
    refriegues por la boca. No vengas a solazarte, como los niños pequeños en la agonía de
    un animalito. Desde que me casé estoy dándole vueltas a esta palabra, pero es la primera
    vez que la oigo, la primera vez que me la dicen en la cara. La primera vez que veo que
    es verdad.
    VIEJA. No me das ninguna lástima, ninguna. Yo buscaré otra mujer para mi hijo.
    (Se va. Se oye un gran coro lejano cantado por los romeros. Yerma se dirige hacia el
    carro y aparece por detrás del mismo su marido.)
    YERMA. ¿Estabas ahí?
    JUAN. Estaba.
    YERMA. ¿Acechando?
    JUAN Acechando.
    YERMA. ¿Y has oído?
    JUAN. Sí.
    YERMA ¿Y qué? Déjame y vete a los cantos. (Se sienta en las mantas)
    JUAN También es hora de que yo hable.
    YERMA ¡Habla!
    JUAN. Y que me queje.
    YERMA. ¿Con qué motivo?
    JUAN. Que tengo el amargor en la garganta.
    YERMA Y yo en los huesos.
    JUAN. Ha llegado el último minuto de resistir este continuo lamento por cosas oscuras,
    fuera de la vida, por cosas que están en el aire.
    YERMA. (Con asombro dramático.) ¿Fuera de la vida dices? ¿En el aire dices?
    JUAN. Por cosas que no han pasado y ni tú ni yo dirigimos.
    YERMA. (Violenta.) ¡Sigue! ¡Sigue!
    JUAN. Por cosas que a mí no me importan. ¿Lo oyes? Que a mi no me importan. Ya es
    necesario que te lo diga. A mí me importa lo que tengo entre las manos. Lo que veo por
    mis ojos.
    YERMA. (Incorporándose de rodillas, desesperada.) Así, así. Eso es lo que yo quería
    oír de tus labios. No se siente la verdad cuando está dentro de una misma, pero ¡qué
    grande y cómo grita cuando se pone fuera y levanta los brazos! ¡No le importa! ¡Ya lo
    he oído!
    JUAN. (Acercándose.) Piensa que tenía que pasar así. Óyeme. (La abraza para
    incorporarla.) Muchas mujeres serían felices de llevar tu vida. Sin hijos es la vida más
    dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No tenemos culpa ninguna.
    YERMA. ¿Y qué buscabas en mí?
    JUAN. A ti misma.
    YERMA. (Excitada.) ¡Eso! Buscabas la casa, la tranquilidad y una mujer. Pero nada
    más. ¿Es verdad lo que digo?
    JUAN. Es verdad. Como todos.
    YERMA. ¿Y lo demás? ¿Y tú hijo?
    JUAN. (Fuerte) ¡No oyes que no me importa! ¡No me preguntes más! ¡Que te lo tengo
    que gritar al oído para que lo sepas, a ver si de una vez vives ya tranquila!
    YERMA. ¿Y nunca has pensado en él cuando me has visto desearlo?
    JUAN. Nunca. (Están los dos en el suelo)
    YERMA. ¿Y no podré esperarlo?
    JUAN No.
    YERMA. ¿Ni tú?
    JUAN. Ni yo tampoco. ¡Resígnate!
    YERMA. ¡Marchita!
    JUAN. Y a vivir en paz. Uno y otro, con suavidad, con agrado. ¡Abrázame! (La
    abraza.)
    YERMA. ¿Qué buscas?
    JUAN. A ti te busco. Con la luna estás hermosa
    YERMA. Me buscas como cuando te quieres comer una paloma.
    JUAN. Bésame... así.
    YERMA. Eso nunca. Nunca. (Yerma da un grito y aprieta la garganta de su esposo.
    Éste cae hacia atrás. Yerma le aprieta la garganta hasta matarle. Empieza el Coro de
    la romería). Marchita, marchita, pero segura. Ahora sí que lo sé de cierto. Y sola. (Se
    levanta. Empieza a llegar gente.) Voy a descansar sin despertarme sobresaltada, para
    ver si la sangre me anuncia otra sangre nueva. Con el cuerpo seco para siempre. ¿Qué
    queréis saber? No os acerquéis, porque he matado a mi hijo. ¡Yo misma he matado a mi
    hijo!
    (Acude un grupo que queda parado al fondo. Se oye el Coro de la romería.)
    TELÓN.

    ResponderEliminar